Creo que todo el mundo tiene uno de esos días en que te replanteas el sentido de la vida, ya sea porque has tenido un mal día y estas sopesando alternativas, o por qué te aburres mucho o vete tú a saber por qué.
En mi caso, ha sido la primera.
Y te digo, querido lector, que hay 20.000 cosas que te hacen reflexionar, 20.000 cosas que ocurren a diario.
Y cuando me paro a pensar en ello, es cuando me doy cuenta de que no quiero entenderlo, que odio esforzarme cada día por entender a las personas, entender el por qué de las cosas, entender todo en definitiva. Lo odio, por que nunca llego a entenderlo y eso hace que te desesperes todavía más.
Y lo peor de todo es, que odio no poder dejar de odiar ese ansia de entender las cosas.
En fin, hay días en que el vencedor es el odio.
Y es entonces cuando me acuerdo de una pequeña historia que leí una de estas tardes de perderse por internet:
- ¿Saben? – comenzó diciendo -, dentro de cada uno de nosotros existen dos lobos. Uno de ellos es malo, está cargado de odio y rencor, quiere dominarnos por la fuerza, es vengativo, arrogante y violento. En cambio, el otro lobo es bueno, trae consigo la compasión y la serenidad, no quiere dominarnos sino que seamos reflexivos, es sabio, justo y amoroso. Constante estos dos lobos pelean dentro de nuestros corazones.
El indio hizo una pausa para darle una bocanada a su pipa, cuando uno de los niños rompió el silencio para preguntar:
- ¿Y cual de los dos lobos gana la pelea?
Con mucha dulzura el anciano miró al niño, respiró profundo y le dijo:
- En algunas personas, gana el bueno, pero en otras gana el malo.
Todo depende de a cual lobo alimente cada quién.
Todo depende de a cual lobo alimente cada quién.